
Por Raúl Germán Bautista.- La llegada de Juan Soto a los Mets de Nueva York marcó un antes y un después en la rivalidad con los Yankees, especialmente tras haberle ganado la puja a sus vecinos del Bronx por un contrato histórico: 15 años y 765 millones de dólares, firmado en diciembre de 2024. 6hw62
El reciente enfrentamiento entre Yankees y Mets en la llamada “Serie del Subway” fue el primer gran escenario donde Soto se reencontró con sus antiguos compañeros, fanáticos y, particularmente, con Aaron Judge, con quien formó una de las duplas ofensivas más temidas en la historia reciente de las Grandes Ligas.
A pesar del ambiente cargado de tensión, con una lluvia de abucheos dirigida a Soto por parte de seguidores de los Yankees, el jardinero dominicano y El Juez protagonizaron momentos de camaradería que no pasaron desapercibidos.
En medio del ruido mediático, ambos jugadores intercambiaron gestos de respeto y afecto, demostrando que su vínculo personal va más allá del uniforme que hoy defienden.
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Este tipo de interacciones, según analistas y expertos en marketing deportivo, refuerzan no solo la imagen de Juan Soto y Aaron Judge como atletas de élite, sino también como embajadores de valores humanos dentro de una industria altamente competitiva y mercantilizada.
En una liga donde las rivalidades son parte del espectáculo, que dos figuras de este calibre muestren empatía y madurez envía un mensaje poderoso: la rivalidad no está reñida con el respeto, ni la competencia con los valores personales.
Más allá del juego, ambos representan una narrativa que beneficia a la MLB: la de un deporte que, pese a sus millones y sus contratos, no olvida el lado humano. En esa historia, Soto y Judge no solo compiten por estadísticas, sino que lideran con su ejemplo.