
Río de Janeiro (AP).- Si has estado en las playas de Río de Janeiro, esto probablemente te suene familiar: música de samba que se alcanza a escuchar desde un quiosco cercano, vendedores ambulantes ofreciendo cócteles de caipirinha y sillas esparcidas por la arena. 421949
Ahora eso puede ser más difícil de encontrar, a menos que los vendedores tengan los permisos adecuados.
El alcalde Eduardo Paes emitió un decreto a mediados de mayo en el que establece nuevas reglas para el frente marítimo de la ciudad, diciendo que quiere preservar el orden urbano, la seguridad pública y el medio ambiente, así como promover relaciones pacíficas entre turistas y residentes.
Las nuevas medidas entrarán en vigor el 1 de junio y prohíben la venta de alimentos y bebidas, el alquiler de sillas, los altavoces e incluso la música en vivo en quioscos sin permisos oficiales. Además, las cabañas de playa sólo podrán tener un número en lugar de los nombres a menudo creativos por los que muchos son actualmente conocidos.
Algunos han acogido con satisfacción la medida para abordar lo que perciben como una actividad caótica en la playa, pero otros dicen que el decreto amenaza la dinámica cultura de playa de Río y los medios de vida de muchos músicos y vendedores locales que pueden encontrar difícil o imposible obtener permisos.
La medida para regular la música en los frentes marítimos de Río ha tocado una fibra particularmente sensible.
“Es difícil imaginar Río de Janeiro sin bossa nova, sin samba en la playa”, comentó Julio Trindade, quien trabaja como DJ en los quioscos. “Mientras el mundo canta La chica de Ipanema, nosotros no podremos tocarla en la playa”.
Las restricciones a la música equivalen a “silenciar el alma del frente marítimo. Compromete el espíritu de un Río democrático, musical, vibrante y auténtico”, señaló Orla Rio, un concesionario que gestiona más de 300 quioscos, en un comunicado.